OTOÑOS DE OTRAS ÉPOCAS
CAMILO JOSÉ FORERO SERNA
Título: Otoños de otras épocas Autor: Camilo José Forero Serna Año de publicación: agosto del 2014 Nacionalidad del autor: colombiano, Valle del cauca. |
Extrañeza, desilusión e incomprensión, pueden resumir lo que sentí cuando terminé de leer la primera parte de esta novela. Quede a la expectativa de qué iba a pasar con el hacendado Ricardo Zamorano, el Pollo. Luego de introducirme en esos paisajes rurales, donde personajes como sus amigos Pan de Trigo: Jaime el Manco y Trino María Luna, y después, Don pedro Mora, alias el Gacho, introducen una serie de acontecimientos sangrientos que lograron cautivar mi atención. Sobre el tipo de narrador de ésta novela, con temor a equivocarme, diría que está dentro de los Heterodiegéticos, (El narrador esta fuera de la historia) según la clasificación de Gerard Gennete, escritor, crítico y teórico literario francés, y dentro de esta clasificación, podría decir que es un narrador objetivo, observador, pero no omnisciente. Es decir, como una cámara que se encarga de registrar los hechos y describirlos; no se narran sentimientos ni se juzga a los personajes, solo se narra fríamente el hecho, y lo que se conoce, se conoce por boca de los personajes que participan en la novela.
Digo que extrañeza y desilusión, porque en principio, y después de haber terminado los primeros capítulos del libro, perdí por completo el hilo de la narración – me dije en mis adentros,- esto es una recopilación de historias distintas, cuentos, que dejan al lector con la expectativa de ¿qué va a pasar con sus protagonistas? Y ahora digo, admiración y regocijo, cuando de pronto y sin darme cuenta, la historia se entrecruza, y los personajes de que se hablaba en el inicio, son los mismos ya maduros en la posterioridad. Y es que al leerlo rápidamente, sin detenerse a analizar y memorizar cada uno de sus personajes, se vuelve un poco complejo; más aún, cuando en medio de la narración central, que trata sobre el protagonista Ricardo Zamorano, se introducen una serie de acontecimientos que hacen que se pierda el hilo de la narrativa; en palabras más exactas, lo dice Jorge Hernán Flórez Hurtado:
“Es evidente que la novela presenta ciertos errores y trastocaciones estructurales, si se mira desde un punto de vista académico, con ojos de crítico estricto, debido en parte -como lo confiesa el propio escritor- a su reducido nivel de formación escolar; por ejemplo, la inserción de historias y sucesos paralelos e independientes, a veces, desvían la atención del lector del eje narrativo central; o el asomo de elementos ensayísticos, aunque válidos, hacen desviar la atención de la tensión narrativa.” (www.elcuentodecontaruncuento.blogspot.com)
Sobre el tiempo en que está narrada la obra, y a propósito del tiempo histórico, nos dice Silvio Terranova Arce, en el prólogo de la novela: “la novela se puede ubicar desde 1900 hasta 1980 aproximadamente” (p. 15) Los espacios o lugares donde transcurre la obra, son en Colombia, Bogotá, paisajes rurales, la planicie de la meseta cundiboyasense, el restaurante de las Roa, la cafetería de Amalia y el taller, al lado de la carretera, que es a la vez la casa y hogar de paso de la familia que adopto a Ricardo Zamorano. Cuenta que “en más de dieciséis poblaciones del país, desde Cundinamarca, pasando por Tolima, Caldas, Antioquia, hasta llegar al Valle del Cauca, tiene pesebreras, paraderos de ganado y en algunas de esas poblaciones extensas fincas». (p. 52). Un hecho importante en la narración, que no se puede catalogar como un punto de giro, tal vez si como sorpresa o éxtasis , es el reencuentro con su verdadera familia en Buga, Valle del Cauca.
La Atmósfera de la novela, como su mismo autor lo refiere, es costumbrista, con una permanente alusión al paisaje rural, campesino y montañero, por tanto, el lenguaje de sus personajes es vulgar, estridente y arraigado al campo Colombiano.
ALGUNOS PERSONAJES DE LA NOVELA:
Ricardo Zamorano, el Pollo: Es el protagonista principal de la novela “a sus 16 años ya tiene pinta de hombre: de amplio pectoral, de brazos largos y gruesos, dueño de una hermosa mata de cabello castaño que a veces se torna de color miel, y de un trazo ya perceptible de bigote sobre sus labios que dan marco a una serie de dientes blancos y grandes y a una tímida sonrisa que le da un aire de inocencia tal, que las mujeres se postrarán a sus pies” (p. 25)
José Chávez y su esposa Inés: fueron los padres adoptivos de Ricardo Zamorano, el protagonista de esta novela, y en quien depositaron todo el amor y el cuidado que no le pudieron brindar a su hijo de sangre: Luis Alberto, quien había desaparecido, y que tenía más o menos la misma edad de Ricardo Zamorano. José Chávez, es un joven aindiado de serias facciones, mecánico de ocupación que desvara carros y tiene su taller a orilla de la carretera, se dice que no era confianzudo; era parco, repelente y muy poco amable. Doña Inés, su esposa, “es una joven señora de facciones serias, de pómulos salientes y nariz achatada, enmarcados en una cabellera lisa y larga que cae sobre sus espaldas como una cascada”. (p. 22). A su vez, en la misma casa, a orilla de la carreta, donde tienen el taller, también sirve de hogar de paso para los viajes que tienen alguna varada mecánica en automóvil.
Los pan de Trigo: Se trata de Trino María Luna, quien “ostenta fama de ser hombre rico, poseedor de la más grande y hermosa hacienda arriba en la alta montaña: La Rochela, donde cría ganado, produce leche, queso, cultiva trigo, papa, mora». (p. 29). Y Jaime, el manco Luna, “que más que su hermano, es su escudero, su sombra, su ángel guardián y su fiel amigo y compañero». (p. 29). Estos personajes juegan un papel fundamental en la novela, ya que gracias a ellos es que Ricardo Zamorano, el pollo, empieza a construir una fortuna económica y se dedica a criar y comercializar caballos finos y otras especies.
Pompilio Sanclemente, el Mocho; quien dejo su mano izquierda y un reguero de sangre en “una histórica balacera en Firavitova, Boyacá”. (p. 39). Miguel Gómez Gómez; compañero y amigo de Pompilio, y quien se encontraba con él, el día de la balacera en la cantina de Pacho Cumis.
Belarmino Carreño, «Personaje vulgar y de gran impacto por su vida vil y rastrera es el famoso bandido. Es el prototipo de hombre violento, sanguinario, tramposo, taimado.“ (p. 15). El niño de pies descalzos y pantalones cortos… sangrero experto, de pasos ágiles y de mirada viva, serio pero alegre” y quien tuvo la valentía de ayudar a sus doce años a salvar la vida de su patrón, herido, Pompilio Sanclemente, el Mocho, y su apenas conocido Miguel Gómez Gómez, el día de la balacera en la cantina; y quien más adelante, logramos hilar la historia posterior, donde se cuenta con no pocos detalles, en que bandido y sanguinario hombre se convierte este niño.
Jorge Abril y Rosiña Moreira, son una pareja de varados, dicen ser brasileños; el hombre, Jorge Abril, es un negro de ojos color champaña, muy simpático y conversador, alegre, con el cabello ensortijado y suelto. Y la mujer, Rosiña Moreira, quien se autodenomina Rosa de Abril.
Amalia: Dueña del “Café Único”, joven mujer entrada en carnes, de caderas prominentes y robustas, pero firmes y muy bien redondeadas y batidas con gusto al caminar.
Oliva María Arias, hermosa niña de bellísimo rostro ovalado, de piel nacarada y ojos azules rasgados, achinados, de quien Ricardo Zamorano se enamora, pero que finalmente termina teniendo mellizos del padre Giraldo, el mismo cura que la tenía a su cuidado.
Deyanira, » Es ésta una vieja guapa, de suntuosas caderas que nueve deliciosamente al caminar sobre un par de rollizas y bien torneadas piernas, que desde la apretada falda emergen para hacer babear de lujuria y de deseo a todos lo varones del lugar. (p. 168)
Carlitos el Boquesapo, «es un joven expendedor de carnes de toda y mesa de madera de cualquier esquina de plaza de mercado del pueblo». (p. 167)
Reflexiones finales sobre la obra:
Primero, decir que es una novela nueva (2014), de un escritor no conocido ni mucho menos publicitado, lo que a futuro, hace que su obra sea un magnífico referente local, ya que en sus líneas, se mencionan paisajes, nombres de tiendas, panaderías y cafeterías del entorno Bugueño, que si bien, algunas corresponden a la realidad, me imagino que muchas están adornadas con ficción, pero que personas mayores, de los años 50 en adelante, y que hayan vivido en esta histórica ciudad de Guadalajara de Buga, o Buga, simplemente, la ciudad señora, podrán comprobar con entusiasmo y quizás retroceder en el tiempo los paisajes y referentes mencionados en esta novela.
Me causó admiración algunas frases e incluso algunas costumbres que se han perdido y que la mayoría, donde me incluyo, no conocíamos. Por ejemplo, el adagio popular: “Al macho, macho, le debe oler la jeta a trago, la ropa a sudor y la pinga a coño” (p. 28). Todavía resuenan en mi cabeza, me causo gran admiración, ya que nunca la había escuchado. La genealogía de la palabra “tinto” aplicada al café, también me ha causado sorpresa: » Se remonta a las mofas que de sus amas blancas hacían las esclavas de negros esclavos, las más graciosas chicas del clan familiar remedaban a sus amas diciéndole a las demás, como si fueran su servidumbre: «María, tráeme el tinto». El tinto era el vino que tomaban las señoras con las comidas. En la mofa, el tinto que pedía la negra que remedaba a su ama era café. Y así, el café fue pasando a través de las generaciones con ese nombre. Hoy pedimos todos por igual un tinto, lo degustamos y saboreamos sin siquiera saber el origen de su nombre» (p. 105). O También la costumbre de la rígida dieta de 40 días que se le hacía a las madres que acababan de dar a luz: «Con tiempo alistaban 40 gallinas y 40 bolas de cacao, amasado con canela y clavos y la parturienta guardaba -encerrada en su cuarto- la dieta de 40 días de cama, escondida, resguardada del sereno , del sol y de las corrientes de aire. Cada día le hacían el caldo de una gallina y se tomaba por lo menos tres chocolateradas de cacao batido, con tanto misterio que hasta para transportarlo de la cocina a la alcoba donde estaba la madre y su criatura, lo llevaban tapado. Como no se podían mojar con agua corriente, el aseo personal era con pañitos humedecidos en «Bay-rum» o en «Alhuecema», unas aguas medicinales y aromatizadas, supuestamente traídas de Europa; o en su defecto con agua tibia con alcohol. Cuando la señora salía de aquella dieta a retomar sus rutinas, no solo el bebé ya estaba grandote, sino que ella misma acusaba grandes cambios en su fisonomía, gracias a la alimentación tan desmedida y a la falta de ejercicio. (p. 94) O también la existencia de esa fábrica maderera Zamoranos y hermanos, que aunque pueda ser un error tratar de extraer hechos reales de una novela, no dude en preguntarle a mi abuelo por recuerdos de su existencia, sin lograr respuesta positiva.
Todavía me quedan preguntas: si la panadería doña estela a la que se refiere, ¿es la misma ubicada en la calle sexta con once?, de la ciudad de Buga. ¿si en verdad existió esa fábrica maderera? En fin, no se puede negar el gran valor sociológico que rescata costumbres propias de nuestros antepasados, descripciones del acontecer rural, y la gran apuesta narrativa que logró cautivar mi atención.
En fin, la novela de Camilo Forero, «Otoños de Otras Épocas» esta cargada de un sinnúmero de relatos tradicionales y costumbres pasadas que hacía falta dejar evidencia escrita de ellas, y eso es lo que se encuentra en esta novela, una evidencia que perdurará en el tiempo, incluso después de la muerte de su autor, una novela que con seguridad dará mucho de que hablar, y que al leerla, se despertarán «espíritus hechizados» como lo decía Borges.