La Hermana, de Sándor Márai.

Título: La Hermana.

Autor: Sándor Márai

Año de publicación: 1946

Nacionalidad del autor: Hungría.

Sólo las primeras páginas me advierten que no estoy frente a cualquier escritor, su profundidad en las observaciones humanas, desde la descripción de un lugar, la ubicación en el tiempo y en el espacio, hasta un olor, y quizás una emoción:

Hungria

Imagen tomada de Internet.

«Porque aquel hotel de montaña ofrecía una excelente oportunidad para examinarse de la difícil asignatura de la delicadeza forzosa: nos encontrábamos por la mañana, a mediodía y por la tarde en la única estancia común, junto a la rustica chimenea francesa de aquel salón comedor impregnado de olor a abeto, donde – a la tenue luz de un quinqué- los pocos huéspedes no tenían otra alternativa que sentarse alrededor de una mesa redonda para matar el tiempo leyendo, jugando a las cartas, conversando o sintonizando la radio a pilas.  Porque allí, en lo alto de la cierra, esa extraña sustancia que es el tiempo resultaba un adversario realmente peligroso» (Pág. 11).

Al imaginarme esa escena, se me hace difícil dejar de relacionar “La montaña mágica” de Thomas Mann, donde al igual que Márai, Mann describe el sanatorio del berghorf, con un clima en algunos días similar, y en donde, el tiempo, la quietud, en su “posición horizontal” y esos días de ocio, eran sus mejores aliados para discurrir en temas de profundidad, de actualidad y de humanidad, e igual que Zetembrini, personaje del libro  “La montaña mágica”, aparece “Z”, el pianista, un personaje ilustrado  que al igual que Zetembrini, sirve de interlocutor para expresar algunas verdades, entre ellas una que me agradó bastante: “Los que conocen a Dios no siempre son creyentes”.

Luego, en páginas posteriores, veo una alusión a “Don quijote”, no sé si evidente o algo escurridiza y quizás confusa:

“Este dúo de cazadores, una especie de “el gordo y el flaco” mitológicos- uno de ellos larguirucho y flaco, y el otro rechoncho y gordo” (pag. 15).  Aluden,  a mi modo de ver al caballero de la triste figura y su escudero Sancho.

Hay un momento en que se compara el arca de Noé con el hotel en el que están, luego alude a la palabra cárcel y a lo que hacen los reos cuando se dan cuenta de su encierro. “imaginar una salida”, esa frase,  “imaginar una salida”, en mi lectura, alude al suicidio, y el arca de Noé, y la cárcel, se podría entender como la vida.

“como los ocupantes del arca de Noé, estábamos desde la mañana hasta la noche hacinado en aquel salón de aire cálido y viciado, cargado de un húmedo olor a comida y humanidad. (pág. 13)

“¿Qué hace el preso que toma conciencia de su desesperada situación? Obviamente, urde planes para la huida.” (pág. 14)

La anterior lectura, la justifico con el párrafo donde se haba de la pareja de edades maduras, tal vez representantes de la aristocracia y las buenas costumbres, que yacen en sus lechos de muerte, la mujer, aun agonizando- víctimas del suicidio por envenenamiento.

El autor, a sus 88 años se suicida, algo parecido a Tolstoi, cuando a sus 82 años sale de su casa y abandona su vida, su esposa, sus tierras y su pasado; al igual que Daniel, el hijo de esa gran poeta, Piedad Bonnet, abandona su cuerpo y se lanza al vacío desde un quinto piso, en su libro “Lo que no tienen nombre” Al igual que tantos millones.  También el libro me impresiono por su profundidad;  quizás un presagio inconsciente que terminaría por sucederle al propio autor:

El fenómeno me había impresionado como prueba tangible de lo perecedera que es la fama y la gloria humanas. (Pág. 10)

Ya que su obra fue prohibida en Hungría e “hizo caer en el olvido a quien en ese momento era considerado uno de los escritores más importantes de la literatura centroeuropea”. Apenas en el 2007, es publicada en español.

La pasión es un tema recurrente que se aborda.  En el segundo capítulo, el libro toma un rumbo totalmente diferente y contrario a “Hans Castorp”, (El personaje de la Montaña Mágica),  el narrador si cumple su promesa de bajar al valle a la semana siguiente; y se alista para presentarle al mundo el manuscrito de Z, ese que según él, carecía de valor literario, pero que esconde las más hondas reflexiones de alguien que posee el entendimiento y el discernimiento de lo verdaderamente importante.

Al leerlo, también me convencí de que no tenía derecho a considerarlo un asunto privado: cuando una persona al borde de la muerte se sincera respecto a lo que le ha parecido importante en la vida, sin duda espera que su confesión pueda serles útil a otros.  Es posible que sea una esperanza vana, pero de esta clase de esperanzas se nutre uno en su miserable vida. (pág. 74)

En el numeral 3, donde toma su verdadero ritmo y musicalidad el libro, es donde a través de Z, Sándor Márai nos expresa esas tortuosas reflexiones a las que pocos, tal vez por vanidades y banalidades se enfrentan en sus vidas, pero que tanto él como algunos, entre ellos Tolstoi, se han encargado de difundir.

Dejemos que sea Estanislao Zuleta quien nos haga un comentario:

En ésta una sociedad de señores y señoras, de burócratas, de personas que tienen definido para siempre el éxito y el fracaso.  Tolstoi piensa de otra manera, la definición del hombre es un poco más restrictiva: es un ser que sabe que va a morir y se propone olvidarlo, tratando de vivir como si no lo supiera. (Zuleta, 1980.La propiedad, el matrimonio y la muerte en Tolstoi. P. 60).

“Z” al igual que Iván Ilich (Personaje del libro, “la muerte de Iván ilich”, de Tolstoi), y al igual que usted y yo, hemos dedicado gran parte de nuestra vida a vanidades que irrefutablemente se verán escrutadas, humilladas o rechazadas en nuestro lecho de muerte.

Sobre el narrador del libro, es en primera persona; sobre sus temas, destaco la muerte, y la pasión;  sobre su estructura,  en término de Aristotélica, minitrama o arquitrama, no tengo nada que decir, al igual que con los puntos de giro; la novela es mejor vivirla, y no encasillarnos en buscar e identificar sus técnicas y estructura, es realmente una buena novela…